Probablemente no tenga mi vida un vicio más arraigado en las entrañas como escuchar radio. La cerveza y los cigarrillos le siguen bien de cerca pero ese no es asunto público, así que mejor olviden esta última oración. Capaz, escuchar música también se sume a la lista, pero no me quiero poner detallista justo ahora que empecé a escribir. Así que también olviden esto último.
No caben dudas que la práctica de oyente, o como decía el genio de Fernando: "Los escuchas", la adquirí desde muy chiquito sin siquiera enterarme y la ejerzo casi de forma automática. Me despierto a la mañana temprano a las 8:30 (sí, para mí eso es madrugar), y ya desde el vamos amanezco con un radio despertador y la vos de Gillespi. Le pongo los correspondientes snoozes según la dramática y proporcional cantidad de sueño que tenga, hasta que los numeritos rojos del aparato me amenazan con la llegada tarde (un vicio familiar permítaseme declarar). Me baño para ver si todavía me circula la sangre en el cuerpo y aprovecho el diluvio artificial para lavarme los dientes, me visto con las primeras prendas que vea arriba de la silla, le doy un beso a mi novia (o a quique en su defecto, jaja); y ahí nomás, bien tempranito me enchufo los auriculares, uno en cada oreja y salgo a paso militar para el trabajo.
En mi grilla personal de programas radiales, las mañanas siempre fueron cambiando, es una horario muy complicado creo yo. Pasaron muchos por esa franja y puedo enumerar a Víctor, Daniel, Roberto, Fernando, Mario y más. Hoy en día Juan Pablo es el encargado de despabilarme e introducirme al mundo de las noticias matutinas. Otro genio sin dudas, siempre y cuando no se va a cubrir algún partido de fútbol 5 a Indonesia. De la música de la Metro (95.1 del dial porteño), prefiero no opinar. Solo voy a decir que cada tanto algún osado locutor, como Andy kusnetzoff o el mismísimo JP, se las ingenian para revelarse contra al régimen dictatorial sonoro de DJ pol (musicalizador de la radio) y nos regalan alguna buena canción de U2, The cure, Los Rolling o más.
Pero volviendo al tema en cuestión, que es la radio y la pasión (aunque para mí estos son sinónimos), quiero destacar al genio, maestro, ídolo, héroe y todos los calificativos exagerados pero bien merecidos que Alejandro Apo se ganó a lo largo de su trayectoria. Digamos que este post quiere hacer justicia con una de las voces más imponentes y respetables del ambiente radiofónico argentino. Hablo de la calidad de sus palabras y también de aquellas que retoma de algún maravilloso escritor. Y Alguno se preguntara que quiero decir con esto último de escritor. Es simple. Alejandro construyó un espacio radial durante muchísimos años que supo combinar literatura, música, entrevistas, anécdotas, historias de vida, comentarios de oyentes, y mucho más, intercalando lo que a priori parecía imposible.
Alejandro leía en “Todo con afecto”, al menos un cuento por programa. Dolina, Fontanarrosa, Mayer, Soriano, Borges, Bioy Casares, Sacheri y más, pero créanme que cuando digo más, hablo de muchos más. Y la cosa es así, un excelente programa de radio de daba el privilegio de leer un cuento. Y no lo hacía en cualquier radio, sino en Continental AM 590. Bueno, pero en fin. Basta de perorata e introducción que solo son palabras vacías al lado de dos genios con el autor Eduardo Sacheri y el intérprete de Alejandro Apo.
A mis primeros tres amores que extraño cada día más.
2 comentarios:
Estimado hermano menor: el amor por la radio lo heredamos de muestros padres y aunque no hubiese sido asi creo que igualmente lo hubieramos encontrado en algun lugar del dial, y en lo de " vicio familiar " dejame decirte que eso de llegar sobre la hora a mi no me corresponde - me siento ofendido -.
Sin lugar a dudas hubo y hay iconos radiales de los cuales siempre es bueno tener ( aunque suene feo ) alguna copia para poder escuchar hasta el hartazgo. Esperemos que tarden muuucho en irse de este mundo.
Saludos y sigamos escuchando radio.-
Muy lindas palabras hermano y cirtas por sobre todo. A seguir escuchando radio que alimenta. Abrazo grande!
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