Solo va


Camina. Va de acá para allá sin pensar a dónde se dirige. Solo va y va solo. No necesita ayuda de nadie para recorrer los mismos caminos una y otra vez. Sabe que al fin lo estará esperando el mismo premio, la misma resignación. Va. Arrancó la marcha hace años y practica el ir sin pensar. No lo reconforta la idea, solo sabe que debe seguir adelante y no perder tiempo pensando y modificando su suerte. Es una especie de eclipse inevitable que tiene gusto a sal. Se detiene para mirar atrás, ríe, gesticula y sigue avanzando.

Cada tanto mueve la boca, los labios o algún musculo honestamente singular. Inercia quizás, por qué no. Pero sabe que lo que tiene, de eso que se agarra es menos. Menos de lo que quiere y de lo que cree merecer. Pero desconoce los propósitos ocultos del designio. Solo va y va como un árbol hacia el cielo, de a centímetros más cerca, pero nunca tan lejos. En una racha de ridiculez canta por lo bajo y murmura alguna que otra melodía. Se satisface de su memoria ridícula e inservible porque al fin las coplas no calman su apetito de incertidumbre. Al menos lo distraen, eso es cierto, pero no se conforma con ello. Su paladar pide más sabores de los que está dispuesto a degustar.

Un carbón en una mina. Un hotel en un desierto. Una palabra suelta en una hoja. Un suspiro de invierno empolvado de escarcha. Una bufanda despeinada que el viento se quiere llevar. Las manos dentro del jean. La nariz colorada, comprometidas en un trío cromático con las orejas. Un alma de muerte, de nuez de Adán y de costillas. Una luna llena que ilumina las rejas y proyecta sobras siniestras de cada silueta. Los pasos siniestros y misteriosos. Ocultos un poco, reflejos de  la vergüenza. El patín de la vida, la sencillez y normalidad obligada. La ficha que le falta al rompecabezas. El peón del ajedrez, con  eterno complejo de inferioridad.

Son solo suspiros de mediocridad sucios por años. El otoño en vida que melancoliza los carnavales y los vuelve grises. La campera obligada de cierres. Es un grito al vacío, un silencio inapropiado. Tal vez un precipicio de salida, capaz un final pronunciado. La calamidad cantada de la impuntualidad. El delirio de los dioses y las tortugas de las liebres. Esos sueños de lugares preciados por la nebulosa. El agujero negro que succiona versos. Una suerte de profeta sometido por las angustias ajenas que colman el espíritu. Al ceguera merecida. Las claraboyas invisibles de acero inolvidable.

Solo va.
FM

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