Mi amigo el Fútbol

 
           Tengo la convicción de que el Fútbol es argentino, si bien es verdad que la madre que lo parió es Inglaterra, sé bien que de muy chiquito desembarcó en Argentina y al poco tiempo de llegar se nacionalizó. Imagínense que no sabía ni decir Hello que ya estaba tomando mates de este lado del mundo, con unas tortas fritas en la garganta y las botas puestas para recorrer el bajo.
En los primeros años de su estadía recorrió Capital Federal y conoció todos los barrios porteños, sí todos, ni uno le falto. Después vino el Gran Buenos Aires, y a donde el tren iba, él también. En cada parada dejaba su huella, su aliento, y así coleccionó amigos de todos los colores y clases sociales. Donde él pisaba se hacía conocido y aunque tenía sus propias reglas y elegancia, jamás discriminó a nadie y a todos les extendió sus brazos. Aceptando al gordo, al flaco, al lungo, al narigón con la proezas de win, con el sueño redondo de cueros negros y blancos.
Le gustaba mucho la música y escribir, así que muchos de sus amigos le dedicaron grandes obras. Me acuerdo de haber leído cuentos de Fontanarrosa, Sacheri, Braseli y Dolina que lo dibujaban tal cual era, y admito que muchos me hicieron extrañarlo tanto que hasta se me piantaron varias lagrimas de tristeza.
Argentina fue su cuna, su niñez y su adolescencia y de ella se enamoró. Argentina lo hizo hombre y a los tumbos maduró de a poquito, yendo y viniendo por cada localidad se recorrió toda plaza, parque, campo y ciudad que se le cruzara en su trayecto imaginario que el destino le surcó.
Lo conocí antes de que se vaya a vivir a Rosario, y lo recuerdo como si fuese hoy. Él estaba haciendo dedo en la entrada de Bragado sobre la ruta 5 y justo yo pase con el auto por ahí porque iba para 9 de Julio, pueblo en el que nací y vivía en aquel entonces. Le dije que si quería lo llevaba hasta la estación de trenes de mi pueblo siempre y cuando me cebara unos buenos mates. Aceptó gustoso la oferta, tiró el bolso en el asiento de atrás y se sentó de copiloto matero al lado mío. Durante el viaje nos reímos a lo grande y me contó muchas historias de los lugares en los que había estado. Ese día empezó una amistad inseparable. No dudé en invitarlo a degustar mi asado y a que se quedara unos días más a cambio de llevarlo hasta Rosario, y ambos cumplimos el pacto.
Algunas mujeres lo odiaron tanto que hasta el día de hoy se escuchan insultos hacia él. Tal vez sea porque nunca le dieron una oportunidad, o porque tampoco lo supieron comprender tanto como para escucharlo y verlo con cariño. Otras sí que lo conocieron, y muy pocas de ellas se animan a contar que fue su único amor. El único fiel que no les pidió nada a cambio, ese que no les dejó las toallas mojadas arriba de la cama al salir de la ducha, ese que no les exigió la comida preparada, ese que solo les dijo “amame, que yo te voy a hacer feliz de alguna manera”.
No sé muy bien que fue lo que les hizo a ellas porque no era mujeriego ni nada de eso, pero las que no lo quisieron, lo volvieron loco. Creo que su personalidad un tanto sobreprotectora con sus amigos es lo que engendró ese clima denso con ellas. Me acuerdo cuando al mejor amigo de él, un chico que nació en Villa Fiorito (Lanús), se lo llevo una mujer de la mano en medio de un mundial. Ah! cómo se puso. Estuvo como una hora puteándola. Si sí, créanme que sí, que le dijo de todo y que no se le escapó ni un solo familiar de esa señora para recontra mandarlo bien lejos. Y cómo lloró después. No sabía cómo consolarlo ni que decirle para que se sintiera mejor. Lo abracé bien fuerte y me largue a llorar con él, éramos dos nenes empapados en lágrimas. Nunca pudo ni supo cómo superar eso, le herida le quedo grabada en el pecho y lo encontré muchas veces con la mirada perdida pensando en aquel día. Esa lluvia que cayó adentro de una casa cualquiera.
Muchos le dieron la espalda y otros lo trataron muy mal usándolo para hacerse ricos, pero él como buen caballero, jamás les guardó rencor y supo entenderlos, o al menos supo como soportarlos. La mayoría lo quiso como era, simple y predispuesto a hacer feliz a cualquiera que se le cruzara en su camino. Mujer, hombre, negro, flaco, blanco, gordo, bajito, rapidito, lento, bueno, malo, Sin exagerar creo que la palabra que lo define es alegría, o tal vez, pasión, o capaz las dos juntas. No lo sé, la verdad no lo sé. Porque medio que algunas personas y algunos sentimientos no tienen explicación. A veces solo son. Están, se viven, se mueven y uno no sabe cómo manejarlos.
Verdaderamente no se qué será de la vida de él hoy en día, y aunque lo extraño, no sé cómo ubicarlo porque nunca se llevó bien con la tecnología. Algunos dicen que conoció a un chico en Rosario, “la pulga” creo que le dicen, y como se hicieron buenos amigos se mudaron juntos a Barcelona (España). Otros malintencionados se la pasan hablando de que falleció hace unos años, pero yo no lo creo, porque algún que otro domingo me parece verlo. A los que si les creo son a esos añejados eruditos de los cafés que cuentan entre taza y taza alguna anécdota nueva de él, afirmando verborrágicamente con la yugular hinchada que sigue recorriendo la Argentina, haciendo nuevos amigos y compartiendo mates y tortas fritas con ellos.
F.M.

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